¿Es posible utilizarse la DBT-C con niños autistas y sus familias?

DBT-CEspañol / Por Sam Steinberg, LCSW-C, de Capital Youth Services en Bethesda, Maryland.

La Terapia Dialéctica Conductual para Niños (DBT-C) es una adaptación empíricamente fundamentada de la DBT, desarrollada por la Dra. Francheska Perepletchikova, orientada al tratamiento de niños con desregulación emocional significativa y dificultades conductuales. Si bien se requiere evidencia empírica más amplia para validar su eficacia específica en el contexto del Trastorno del Espectro Autista (TEA), la experiencia clínica acumulada respalda su aplicabilidad en niños autistas, sutilmente autistas y con neurotipos cercanos al espectro, así como en sus familias.

La implementación de la DBT-C en la intervención con niños autistas ha requerido una serie de adaptaciones específicas, destinadas a responder a las particularidades sensoriales, comunicativas y relacionales propias de este neurotipo. El propósito de estas adaptaciones es doble: el fortalecimiento de la resiliencia emocional y la promoción de vínculos familiares caracterizados por la seguridad y la capacidad de respuesta. Uno de los aspectos centrales de la intervención consiste en reformular la conceptualización clínica de la desregulación. Muchas de las expresiones conductuales observadas en niños autistas derivan de experiencias de sobrecarga sensorial o de estímulos ambientales percibidos como desbordantes, más que de un déficit de autocontrol. Estas manifestaciones pueden comprenderse como formas alternativas de comunicación, ante las cuales la DBT-C ofrece un marco de respuesta basado en habilidades específicas, estrategias adaptadas y validación contextual.

En el enfoque original de la DBT-C, se introduce el concepto de “efecto de doble gravedad” para describir cómo los niños supersensitivos se ven impactados simultáneamente por factores estresantes del entorno, así como por la intensa reactividad emocional interna que estos factores ambientales le provocan. En el trabajo con niños autistas, la Dra. Francheska Perepletchikova amplía este modelo a través del concepto de “efecto de triple gravedad”. Esta formulación incorpora una tercera dimensión: la sensibilidad sensorial asociada a diferencias en el procesamiento neurológico. Desde esta perspectiva, estímulos aparentemente menores —como alteraciones en la rutina, ruidos inesperados o incomodidades físicas— pueden resultar no solo abrumadores, sino profundamente desorganizadores. Reconocer el efecto de triple gravedad permite dimensionar con mayor precisión las demandas que enfrentan los niños autistas, destacando la necesidad de apoyos adicionales no por una menor capacidad, sino por la complejidad añadida de su experiencia cotidiana.

Las investigaciones recientes han puesto de manifiesto que los individuos que presentan rasgos autistas estereotipados representan solo una parte del amplio abanico de personas con neurotipo autista. Este hallazgo resalta la necesidad de actualizar y ampliar la comprensión clínica del espectro autista. El notable aumento en la frecuencia de los diagnósticos de autismo no indica necesariamente un incremento real en su incidencia, sino que refleja el progreso alcanzado en la identificación de rasgos neurodivergentes previamente invisibilizados. Conceptos como el camuflaje social, el enmascaramiento de rasgos autistas y los patrones de interiorización emocional han permitido reconocer perfiles de autismo en subgrupos poblacionales que históricamente habían pasado desapercibidos en los sistemas diagnósticos tradicionales. En particular, el aumento en la identificación de autismo en mujeres, representa un cambio en este sentido. Sin embargo, este reconocimiento tardío puede acarrear consecuencias emocionales significativas. Muchas familias que llegan a la consulta tras un diagnóstico obtenido luego de años de sufrimiento acumulado, enfrentan sentimientos de confusión, culpa o autoculpabilización. Desde la práctica clínica, uno de los ejes de intervención consiste en generar espacios seguros que permitan el procesamiento de estas vivencias, ofreciendo claridad conceptual, contexto explicativo y una actitud de profunda compasión hacia la experiencia familiar. 

La validación no es sólo un concepto útil, ¡es fundamental! Un entorno de validación y apoyo es esencial para el éxito, tanto en la terapia como fuera de ella. La DBT-C ofrece un marco estructurado para la construcción de estos entornos validantes a través de un conjunto de habilidades básicas que incluyen la validación emocional, la resolución de problemas y la comunicación consciente. Estas habilidades son presentadas y entrenadas de forma adaptada, considerando las formas diversas de procesar, interpretar y expresar la experiencia emocional propia de los niños neurodivergentes y sus cuidadores. El objetivo del tratamiento no es modificar la condición autista ni suprimir sus manifestaciones, sino acompañar a los niños y a sus familias en un proceso de comprensión profunda de sí mismos, reducción del sufrimiento psicosocial y la conexión emocional.

Las adaptaciones implementadas en nuestro modelo de DBT-C se fundamentan en los desarrollos actuales vinculados a la aplicación integral de la Terapia Dialéctica Conductual en personas con neurotipo autista. De manera particular, las contribuciones clínicas y estratégicas de Sami Ascanio, LCSW-C, y Lorie Ritschel, PhD, han ejercido una influencia sustantiva en la configuración de este enfoque. Su trabajo destaca la importancia de una atención centrada en la afirmación de la neurodivergencia, incluyendo la evaluación sistemática de necesidades individuales, la incorporación de adaptaciones específicas, y la enseñanza directa de habilidades mediante procedimientos concretos, estructurados y accesibles; con un fuerte enfoque en el contexto y en las necesidades sensoriales, como dimensiones fundamentales del proceso terapéutico. A partir de estos principios, procedimos a adaptar e integrar dichas directrices clínicas dentro del marco estructural de la DBT-C, con el propósito de atender de manera más efectiva a niños y a sus cuidadores. 

Las adaptaciones dirigidas a los cuidadores constituyen también un componente esencial del modelo. Dado que el neurotipo autista presenta una base biológica significativa, es común que muchos padres de niños autistas sean ellos mismos neurodivergentes, o que lleguen a reconocer aspectos de su propia neurodivergencia en el transcurso del acompañamiento a sus hijos. Este proceso puede constituir una experiencia profundamente transformadora, tanto a nivel emocional como identitario. En función de ello, el componente de entrenamiento parental en DBT-C ha sido cuidadosamente adaptado para ajustarse a diversas formas de procesamiento y aprendizaje. Se ofrece la información en múltiples modalidades, se proporciona tiempo y espacio para la reflexión individual, y se respeta la manera singular en que cada cuidador incorpora y aplica las habilidades enseñadas. Apoyar el aprendizaje y la autocomprensión del cuidador no solo favorece su propio desarrollo personal, sino que fortalece el sistema familiar en su conjunto y aumenta la probabilidad de que las habilidades adquiridas sean puestas en práctica de forma sostenida en el entorno doméstico.

La DBT-C, cuando se fundamenta en prácticas que afirman la neurodivergencia y se desarrolla desde una postura clínica centrada en la compasión, posee el potencial de generar transformaciones que van más allá del cambio conductual observable. Este enfoque permite impactar de manera significativa en la calidad de los vínculos familiares, en la profundización de la autocomprensión, el fortalecimiento de la resiliencia y la calidad de las relacionales en general.

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