Descripción breve del Análisis de Problemas Centrales

DBT-C, Español / Por Francheska Perepletchikova /

Todo en la vida es dialéctico, lo que significa que todo tiene dos caras (por ejemplo: noche/día, bueno/malo, blanco/negro, hombre/mujer, yin/yang, etc.). Nuestra existencia también es dialéctica: incluye un aspecto condicional y otro incondicional. En el extremo condicional se encuentra nuestra relación con el entorno: pensamientos, emociones y comportamientos, altibajos, éxitos y fracasos, errores y logros, orgullo y decepción, críticas y refuerzos provenientes de otras personas. En el lado incondicional está nuestra relación con uno mismo, concebida como la relación con una entidad. Simplemente somos, sin ser buenos ni malos (ese es el aspecto incondicional), mientras que nuestras acciones pueden ser más o menos efectivas para alcanzar un objetivo (el aspecto condicional).

Cuando nuestra relación con nosotros mismos se vuelve dependiente de los acontecimientos de la vida (por ejemplo: “si tengo éxito, valgo; si fracaso, no valgo”), la existencia se torna unilateral. Cuando este equilibrio dialéctico se rompe, la imagen que una persona tiene de sí comienza a oscilar entre lo positivo y lo negativo, a veces a lo largo del día o incluso dentro de una misma hora, según las circunstancias. Esto genera sufrimiento, y la persona queda atrapada en intentos de controlar artificialmente las fluctuaciones naturales de la vida mediante: 1)    la evitación de los desafíos cotidianos, y/o 2) el uso de la fuerza, que puede expresarse como intentos de cambiar a otros o castigos hacia uno mismo por “ser inadecuado”.

Hay múltiples factores que pueden hacer que nuestra relación con nosotros mismos pase de incondicional a condicional. Lamentablemente, no se necesita mucho para que esto suceda. Frases como “niño buena” o “niño mala”, dirigidas a un chico luego de una determinada acción, ya vinculan el valor personal a logros o fracasos. Además, la invalidación dañina —especialmente en etapas tempranas— facilita de manera significativa este cambio. Esta invalidación incluye críticas, juicios, comparaciones, humillaciones, reproches, insultos, imposiciones, entre otros. La invalidación dañina no solo juzga la respuesta, sino también a la persona que la emite, comunicando que ambas —respuesta Y persona— “no son suficientes”, y que un comportamiento desadaptativo es evidencia de que la persona es “defectuosa”. De esta manera, “quién soy” comienza a confundirse con “lo que hago, siento o pienso”.

El Análisis de Problemas Centrales (CPA) fue desarrollado para: 1) comprender y reestructurar la relación con uno mismo; 2) restaurar el equilibrio dialéctico; 3) alcanzar una síntesis interna que permita sostener: “Estoy en paz conmigo mismo en todo momento Y al mismo tiempo puedo sentirme decepcionado u orgulloso de mis respuestas”. El CPA se origina en la práctica clínica con niños, adolescentes y adultos con desregulación emocional y comportamental severa, y se basa en más de 20 años de experiencia clínica de la Dra. Francheska Perepletchikova. Además, el CPA fue utilizado como parte de una intervención en un ensayo clínico aleatorizado de DBT-C para niños preadolescentes (Perepletchikova et al., 2017): https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28942805/

El CPA propone una síntesis entre dos grandes enfoques: 1) el conductual, que atribuye los comportamientos a factores ambientales, y 2) el dinámico, que los asocia a procesos inconscientes. A diferencia de ambas visiones puras, el CPA permite observar y abordar factores internos y externos, e incluye tanto la evaluación de procesos conscientes como de material que no está en el nivel de la conciencia.

El hallazgo central del CPA es que la relación con uno mismo puede analizarse a través de las vulnerabilidades en tres sentidos centrales: amor a sí mismo, seguridad y pertenencia. Además de analizarlas, el CPA permite evaluar cómo estas vulnerabilidades impactan la relación con el entorno (es decir, en las respuestas adaptativas y desadaptativas) y ofrece estrategias terapéuticas específicas para reducirlas.

El sentido de amor a sí mismo refiere a la capacidad estable y duradera de conectar con el amor a uno mismo tal y como es, sin condiciones. Es la experiencia de relacionarse con uno mismo como con una entidad, ni buena ni mala, en la que el amor no está supeditado a cumplir con estándares como “ser suficiente”.  Tener esta capacidad permite disfrutar y valorar las aptitudes innatas y adquiridas, los intereses, talentos, habilidades y logros personales. No ser capaz de conectar con el amor a uno mismo lleva a que la definición de uno mismo se imponga desde el entorno y/o a un esfuerzo constante por cumplir con sus expectativas. Es importante destacar que el amor a sí mismo no equivale a autoestima, orgullo, autoconfianza, autocuidado ni autorrealización, ya que estos conceptos se sitúan del lado condicional de la existencia, ya que se basan en la contingencia «si… entonces» (por ejemplo, “me siento orgulloso porque he resuelto este problema”). El amor a sí mismo, en cambio, es incondicional (es decir, “simplemente porque sí”).

El amor incondicional de los padres hacia el niño y la aceptación radical de sus respuestas constituyen la base de la capacidad del niño para experimentar el amor a sí mismo. La invalidación generalizada e indiscriminada interfiere en la capacidad del niño para experimentar esta capacidad. Si el niño percibe que no puede ganarse el amor de sus cuidadores, difícilmente pueda creer que el amor a sí mismo es posible.

El sentido de seguridad refiere a la capacidad de autorregulación y a la acumulación de recursos, conocimientos y vínculos suficientes para afrontar desafíos, así como a la capacidad de evaluar con realismo los riesgos. Este sentido central comienza a desarrollarse dentro de contextos seguros, donde los cuidadores ofrecen estabilidad, protección y apoyo consistente. Continúa fortaleciéndose cuando el niño logra mayor control sobre sus propias respuestas y acumula experiencias que le permiten confiar en que es capaz de afrontar los desafíos de la vida de forma efectiva.

Este sentido puede no desarrollarse adecuadamente si el entorno es impredecible, es decir, si a veces responde de forma eficaz a las necesidades del niño y otras veces no. Esto invalida persistentemente la percepción del niño sobre su capacidad para manejar los eventos internos y externos, y puede reforzar comportamientos desadaptativos. Cuando el entorno no brinda protección ni apoyo consistente, el niño tiene dificultades para confiar en sí mismo, en los demás y en el mundo, así como para desarrollar la capacidad de autorregulación.

El sentido de pertenencia alude a la experiencia estable de sentirse acogido y parte de un grupo. Comienza a desarrollarse dentro de la familia, a través de una relación positiva con cuidadores que transmiten de forma consistente que el niño es amado y que sus respuestas son aceptadas.

En relaciones donde los padres son frecuentemente críticos, enjuiciadores, castigadores, invalidantes, indiferentes o donde utilizan comparaciones despectivas, se comunica al niño que es diferente, “defectuoso”, no aceptado e incluso no deseado.

Estos sentidos son considerados centrales porque preguntarse “¿por qué es importante amarse a uno mismo, sentirse seguro o experimentar pertenencia?” es, en última instancia, equivalente a preguntarse “¿por qué es importante respirar?”. Son elementos esenciales para el bienestar humano, no accesorios o secundarios. El CPA parte del principio de que la función primaria de todas nuestras respuestas —comportamientos, pensamientos o emociones— es disminuir las vulnerabilidades en estos tres sentidos centrales (las respuestas también pueden tener otras funciones secundarias, como afrontar situaciones, buscar atención, protegerse, vengarse, etc.).

Los comportamientos desadaptativos tienden a disminuir estas vulnerabilidades en el corto plazo, pero las incrementan en el largo plazo (por ejemplo, una autolesión puede reducir la activación emocional en el momento, pero contribuye a agravar el problema a largo plazo). Los comportamientos adaptativos, por el contrario, pueden aumentar la incomodidad en el presente, pero ayudan a disminuir esas mismas vulnerabilidades a largo plazo (afrontar un conflicto o desafío puede resultar difícil hoy, pero fortalece la confianza en uno mismo y mejora las habilidades de resolución en el futuro). En DBT-C, el terapeuta evalúa las vulnerabilidades en estos sentidos centrales mediante la realización de CPA con los niños, así como con los padres, y se centra directamente en reducir las vulnerabilidades en estos sentidos durante las sesiones y entre ellas. Además, se enseña a los padres a realizar CPA con ellos mismos y con sus hijos.

¿Te interesa aprender más sobre el Análisis de Problemas Centrales?

El Análisis de Problemas Centrales forma parte del Módulo 2 del entrenamiento clínico de DBT-C: DBT-C workshop, así como del curso Superpaternidad: Superparenting course. También se ofrece como capacitación independiente para terapeutas de adultos y adolescentes que deseen mejorar la precisión e impacto de su intervención clínica: CPA training El entrenamiento en el CPA también está abierta al público general, ya que comprender los factores que impulsan nuestros comportamientos puede ser útil para todas las personas. Podés conocer más e iniciar tu camino en este enfoque visitando: www.youtube.com/@francheskaperepletchikova

Traducción: Fréderic Larbanois

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